lunes, 23 de julio de 2012

RELIGION y CULTURA DE LOS ANTIGUOS GRIEGOS

Los dioses griegos: Según la creencia de los griegos, los dioses residían en el Monte Olimpo, pero no se mantenían aislados, sino que participaban en la vida de los mortales. Los griegos atribuían a sus dioses fuerza y belleza y juventud imperecedera.
Zeus es el dios supremo, es el señor del Olimpo y gobierna sobre los dioses y los hombres. Cuida del orden y de la justicia. Los hombres lo invocan y le piden bienestar, riqueza y triunfo en la lucha. Su arma es el relámpago, su acompañante es el águila. Su espo­sa es Hera, la madre de los dioses. Ella protege el matrimonio y la familia. Hijos de Zeus son el dios de la guerra Ares y la diosa A (enea. A ellos se les invoca en el combate. El impetuoso Ares prefiere el combate vio­lento. Atenea representa el valor sensato. Atenea, siendo diosa de la guerra, usa lanza, escudo y armadu­ra. Pero a la vez sabe manejar con maestría el telar, enseña a las mujeres a hilar y tejer y es la protectora de las artes y las industrias. La acompaña la lechuza.
Otros hijos de Zeus son los mellizos Apolo y Artemisa, nacidos en la isla de Delos. Apolo es el dios de la luz, de la poesía y de la música. A su séquito pertene­cen las nueve musas que confieren a los hombre el don de las artes y ciencias. A Apolo está consagrado el laurel de cuyas ramas se hace la corona para distinguir al poeta. Apolo es también el dios de la sabiduría y confiere el don de la profecía. En su santuario en Delfos comunicaba, a través de su intermediaria, la pitonisa, sus consejos a quienes lo consultaban. Los griegos recurrían al oráculo de Delfos para todas sus empresas importantes. Para expresar su gratitud hacían genero­sas donaciones a los sacerdotes. Hasta la fecha las minas de Delfos dan testimonio de la importancia del oráculo y del culto de Apolo en Delfos.
La esquiva Artemisa es la diosa de la caza. A su séquito pertenecen las ninfas, divinidades protectoras de los bosques y las fuentes. Afrodita es la diosa del amor y de la belleza. Es casada con Hefaistos, dios del fuego y de los volcanes.
Zeus comparte el dominio del mundo con sus dos hermanos: Hades reina sobre el mundo subterráneo, Poseidón sobre el océano. Hades preside el Orcus, el mundo subterráneo y reino de los muertos. Es un mundo triste donde las almas de los muertos viven como meras sombras, sin alegría y sin esperanza. Po­seidón habita un palacio en el fondo del mar. Su cetro es el tridente. Atraviesa los mares en un coche de oro tirado por cuatro caballos. En señal de sus iras agita las aguas con su tridente. Los navegantes le deben pre­sentar ofrendas y sacrificios para que sus iras se apacigüen y los temporales amainen.
Hermes es el mensajero de los dioses. Lleva alas en los talones que lo conducen velozmente del Olimpo a la tierra. Protege los caminos y el comercio y acompa­ña a las almas al Orcus.
De la unión de los dioses y las diosas con los mortales nacen los héroes. El más grande entre ellos fue Hércules, hijo de Zeus, quien demostró su valor heroi­co en los doce trabajos que le impusieron los dioses. Teseo, hijo de Poseidón, logró triunfar sobre el Mino­tauro.
Los dioses se parecían a los hombres, pero eran más poderosos y perfectos que los humanos y eran, ante todo, inmortales. Alimentándose de néctar y am­brosía, se conservaban eternamente jóvenes.
Los dioses no eran omnisapientes ni todopodero­sos. Por encima de ellos estaba la moira, el destino inexorable, cuyos designios debían ser cumplidos por dioses y hombres para que el cosmos (orden) no se convirtiese en caos.
De la religión se derivaba la moral. Como el hom­bre dependía de los dioses, debía evitar la soberbia
(hybris) y practicar la templanza (sophrosyne). La vir­tud consistía en la observación de la medida justa. Para ser virtuoso, había que conocerse a sí mismo. Por eso el templo de Apolo en Delfos llevaba la inscrip­ción: “Conócete a ti mismo”.
Si bien los dioses eran venerados en toda Grecia no había una religión nacional. Cada religión y ciudad tenía su culto local.
Las manifestaciones de la cultura Griega

Durante el Siglo de Pericles se combinaron en Atenas el poder político, la riqueza económica y el esplendor cultural. Armónicamente se relacionaron la autoridad y la libertad, el Estado y la sociedad, el gobierno del hombre genial y la soberanía popular, el poder y la cultura. Con razón pudo afirmar Pericles que Atenas se había convertido en modelo de cultura y en escuela para toda la Hélade.
La educación. Desde los tiempos de Solón las leyes obligaban a los padres a dar educación a sus hijos. Pero mientras que en Esparta la educación era imparti­da por el Estado, en Atenas era asunto privado y era dada por maestros particulares. Las niñas eran educa­das en casa donde la madre les enseñaba danza, músi­ca, lectura y escritura. Los niños eran educados por un profesor que les enseñaba a leer y escribir y los intro­ducía en las artes y ciencias. Se practicaba la escritura escribiendo con un estilete sobre una tabla de madera cubierta de cera. Los alumnos debían aprender de memoria largos trozos de los poemas homéricos: Pasa­ban gran parte del día en la palestra y el gimnasio, entregados a las pruebas deportivas: correr, saltar, lanzar el disco y el dardo. La formación intelectual y física era completada por la educación artística: el niño estudiaba el canto y aprendía a tocar la flauta y la cítara. La educación tendía al desarrollo armónico de todas las facultades con el fin de crear la unidad de lo “hermoso” y lo “bueno” y formar al ciudadano justo.
La Acrópolis, símbolo de Atenas. En el centro de la ciudad de Atenas se eleva la colina de la Acrópolis, lugar sagrado de los dioses. Después de la devastación por los persas, Pericles hizo erigir en la Acrópolis las más hermosas construcciones con el fin de expresar a Atenea, la diosa patrona, el agradecimiento por la ayu­da dispensada durante las guerras.
Desde la ciudad el camino conducía a los Propileos, una entrada monumental con columnas de mármol blanco. A través de los Propileos se ingresaba a la “vía sacra” que recorría todo el recinto. Al frente se elevaba una grandiosa estatua de Atenea, erigida en conme­moración del triunfo de Maratón. A ambos lados de la vía sacra se levantaban figuras donadas y consagradas a la diosa Atenea y piedras en que estaban inscritas las leyes más importantes acordadas por la Asamblea Po­pular.
En la cumbre de la Acrópolis se levantaba el Partenón, el templo principal de Atenea, de estilo dórico, obra culminante de la arquitectura griega. El friso re­presenta la solemne procesión que los atenienses efec­tuaban cada cuatro años durante las fiestas panate­neas en honor a la diosa Atenea.
El interior del templo era un recinto cerrado que sólo recibía luz a través de la puerta. Era la habitación de la diosa y no lugar de culto. Allí se elevaba la estatua de Atenea, de 12 m. de alto, obra maestra del gran escultor Fidias. Cara y manos eran de marfil, las vesti­mentas de oro puro.
El teatro en Atenas. Los atenienses daban gran importancia a las fiestas religiosas y profanas. Con cantos y bailes, con pruebas deportivas y recitaciones de los poemas homéricos celebraban los días consa­grados a sus dioses. Con ocasión de las grandes fiestas en honor de Dionisio el pueblo se dirigía al teatro situado al pie de la Acrópolis, donde se representaba el trágico destino de los héroes y se ridiculizaban en la comedia los defectos humanos.
Los poetas entregaban tres tragedias y una come­dia a un jurado que otorgaba al mejor autor una corona de hiedra y un premio en dinero.
Las fiestas duraban tres días. Cada día se presen­taban tres tragedias una comedia. Esquilo (526-456) celebró en su obra “Los Persas” el triunfo de Salamina y enseñó en sus otras grandes tragedias (Orestíada, Prometeo, Siete contra Tebas) que los dioses y un destino inexorable aniquilan al individuo para que reinen el orden y la justicia. Sófocles (496-406), amigo de Pericles, representó el destino trágico del rey Edipo y de toda su familia (Edipo, Antígona, Electra). Eurípi­des (480-406) representa la triste suerte de las víctimas del destino.
Después de las tres tragedias una alegre comedia hacía reír a los espectadores. Aristófanes (450-385), el más importante de los poetas cómicos, ridiculizó y criticó los vicios y defectos de la sociedad y de las instituciones de su época.
La historia. Los griegos, protagonistas de tantos hechos dramáticos, se sintieron impulsados a descri­bir estos hechos y los escenarios en que se habían producido. Heródoto (484-425), el “padre de la histo­ria”, narró en “Los Nueve Libros” la historia de las luchas entre los griegos y los persas. Tucídides (455-400) relató en la “Guerra del Peloponeso” la gran contienda entre Atenas y Esparta.
La filosofía. Hacia los fines del siglo y se inició la decadencia política de Grecia. Atenas se arruinó en la guerra del Peloponeso (431-404) que sostuvo con Esparta. Esparta, por su parte, no pudo disfrutar por mucho tiempo de su triunfo y empezó a decaer como conse­cuencia de su descomposición interna.
Al mismo tiempo que se iniciaba la decadencia de la Polis como organización política, se produjo una grave crisis moral e intelectual, se debilitó la fe religio­sa y cundieron la impiedad y la duda. Había quienes afirmaban que no se podía saber nada acerca de los dioses y había otros que sostenían que los dioses sólo habían sido inventados por hábiles políticos para man­tener el orden y la disciplina entre los hombres.
Estas ideas eran sostenidas principalmente por los sofistas, los “maestros de la sabiduría”, que cultiva­ron ante todo la oratoria y que afirmaban que el hábil orador podía probar y refutar la misma cosa, pudiendo convertir lo justo en injusto y lo injusto en justo.
El primero que empezó a combatir a los sofistas fue Sócrates quien se esforzó por encontrar la verdad mediante el diálogo. Estaba convencido de que había una verdad suprema que podía ser descubierta me-
diante la razón y que el conocimiento de la verdad permitía conocer y realizar el bien. El primer deber del hombre es la práctica del bien por medio de la virtud.
Sócrates murió como vivió: sus enemigos lo acu­saron de “pervertir a la juventud” y lograron que fuera condenado a muerte. El sabio consideró el juicio una injusticia, sin embargo, lo acató por obedecer a la ley. “No se combate el mal con el mal, sino con el bien Serenamente bebió la cicuta. Y su muerte fue su triun­fo. El Estado que lo condenó, sucumbió. Pero Sócrates vive eternamente.
El más destacado alumno de Sócrates fue Platón (427-347), uno de los más grandes filósofos de la histo­ria. Platón parte del principio de que existen valores absolutos, las “ideas”. La suprema obligación del hombre consiste en realizar las ideas, ante todo, la idea del bien. Para este fin los hombres se organizan en el Estado. En la República platónica deben gobernar los reyes-filósofos que conocen, aman y viven la verdad. Platón fundó en Atenas la Academia, escuela de nume­rosos filósofos.
El pensador más universal de la Antigüedad fue Aristóteles (384-322). No hubo nada en el cielo ni en la tierra que no hubiese sido observado, analizado y clasificado por él. Fue filósofo y hombre de ciencia y creó con sus obras una verdadera enciclopedia de todo el saber elaborado por el genio helénico.
Decadencia de Grecia. Los griegos fueron uno de los pueblos más geniales que han existido en la historia. Crearon obras extraordinarias. Vivieron, gozaron y sufrieron intensamente. Finalmente sus fuerzas que­daron agotadas. En torno de ellos surgieron nuevas potencias que asumieron la dirección de la historia universal.
En el norte de la península de los Balcanes surgióel reino de Macedonia. El rey Filipo (359-336) logró ro­bustecer la autoridad monárquica, crear una poderosa fuerza militar y establecer la hegemonía de Macedonia sobre Grecia. Su hijo Alejandro (336-323) emprendió al frente de un ejército greco - macedónico la guerra con­tra los persas con el fin de vengar la destrucción de los templos y las humillaciones que los griegos habían sufrido de parte de los persas en contiendas anterio­res. En irresistible avance recorrió las provincias del imperio persa y llegó hasta la India. estableciendo el imperio más grande que hasta entonces se había visto en la historia. Fundó numerosas ciudades y las pobló con griegos. Hizo construir caminos por los cuales los comerciantes griegos avanzaron hasta las regiones más lejanas. El idioma griego se convirtió en lengua universal.
Después de la temprana muerte de Alejandro Magno el imperio se disolvió y se formaron tres gran­des reinos: Grecia -Macedonia, Egipto y Siria. Entre estas potencias se produjeron frecuentes guerras, pe­ro también se formaron estrechos nexos económicos y culturales. De la fusión de los elementos culturales griegos y orientales nació la cultura del helenismo.