sábado, 2 de julio de 2011

LA CIVILIZACIÓN ROMANA



UBICACIÓN TEMPORO-ESPACIAL:

Ubicar en el espacio a la Civilización Romana presenta una particularidad, pues hay que ubicarla en tres planos distintos; La ciudad De Roma, localizada al centro oeste de la Italia; La península Itálica, ámbito por donde se extendió inicialmente la dominación Romana, ubicada al centro sur del Continente Europeo(Italia es una de las tres penínsulas que tiene Europa en el Mar Mediterráneo: Ibérica, Itálica y Balcánica) y por último, el Imperio Romano, Que comprendía todos los contornos del Mar Mediterráneo.


La característica más importante de la geografía histórica de Italia es la estrecha interacción entre llanura, piedemonte y montaña. Sólo alrededor de un quinto de la superficie total de Italia está considerada oficialmente como llanura( es decir , tierras que no superan los 300 metros de altitud); de ella, más del 70% se encuentra en el valle del Po. El resto, alrededor de dos quintas partes, está clasificado como montaña( por encima de 1000 metros de altitud) y el territorio restante como piedemonte( entre 300 y 1000 metros de altitud). La alternancia de estos tipos de relieve y su distribución a lo largo y ancho del país crean una gran diversidad de condiciones climáticas y grandes contrastes paisajísticos entre una región y otras.
Italia está separada de Europa central por la gran barrera de los Alpes. A pesar de su altitud, estas montañas no la han mantenido aislada del resto del continente. Si bien las nieves invernales los hacen impracticables durante más de la mitad del año, la mayoría de los pasos de montaña eran conocido desde los tiempos más remotos. Durante toda la historia han tenido lugar movimientos de pueblos a través de los Alpes, a veces en gran escala, por ejemplo las incursiones de los celtas y los cimbrios en el período republicano y las invasiones bárbaras de los siglos V y VI de nuestra era.
Aunque no hay ninguna duda sobre la unidad geográfica del territorio italiano al sur de los Alpes, es conveniente hacer una distinción entre “ Italia continental”, formada por el valle del Po y sus bordes montañosos (los Alpes en el Norte, los Apeninos en el sur ), e “ Italia peninsular2 , que comprende el resto del país con excepción de las islas. Estas dos áreas son diferentes en clima y en topología, así como en su desarrollo cultural y económico.
Como continuadora del legado de Grecia, Roma representa para la cultura occidental el nexo con el mundo clásico. Roma entregó varios e importantes aportes a nuestra cultura, logrando una unidad al mundo del conocido, que sería clave en el posterior desarrollo de la humanidad.
La historia romana puede ser dividida en tres períodos:
I.- Monarquía: Que abarca un período de tiempo entre los años 750 a.C. hasta el año 510 a.C.
II.- República: Desde al año 510 a.C. hasta el 27 a.C.
III.- Imperio: Desde el año 27 a.C. hasta el año 476 d.c., año en que se inicia el período de la humanidad llamado Edad Media.

ORIGENES

En cuanto a los orígenes de Roma, al igual que en muchos pueblos de la antigüedad, nos enfrentamos a una versión de carácter mitológico y a otra de carácter histórico.
Versión Mitológica:
Esta fue dada por el poeta latino Virgilio, quién en su libro “ La Eneida”, cuenta las aventuras del héroe troyano Eneas. Este, después de que Troya cae en manos de los aqueos, llega a la región italiana del Lacio, en donde contrae matrimonio con la hija del rey latino, Lavinia. De esta unión matrimonial nace una hija llamada Rea Silvia, la cual a su vez, tiene dos hijos con el dios de la guerra Marte, estos fueron Rómulo y Remo. Un hermano de Rea Silvia, celoso de que los hijos de Marte heredaran el torno, los hace desaparecer colocándolos en un canasto en el río Tiber. La leyenda continúa señalando que ambos hermanos se salvan de la muerte al ser amamantados por una loba. Así, fueron estos mismos hermanos los que fundaron una ciudad a los pies del Monte Palatino, Roma ciudad que durante muchos siglos regiría los destinos del mundo. Estos relatos continúan con la muerte del Remo a manos de su hermano por negarse a acatar las leyes. Los romanos tomaron estos relatos como cierto y de esta forma se explicaban sus orígenes.

Versión Histórica:
Según la moderna investigación, hoy sabemos que el pueblo que habitaba la zona que hoy es conocida como Roma, eran el de los Latinos y que se agruparon en una serie de aldeas al sur del río Tiber. Como es natural, estas aldeas terminaron uniéndose y alrededor del siglo VIII crearon una ciudad que luego sería conocida como Roma.
Sin embargo, la independencia fue muy breve puesto que prontamente cayeron bajo el dominio de los etruscos, quienes sometieron a los pueblos ubicados desde la Toscana al sur.
¿Quiénes eran los Etruscos? Hasta el día de hoy no es posible asegurarlo a ciencia cierta. Al parecer, era un pueblo que provenía de los fenicios; pero lo que sí se sabe a ciencia cierta es que éste pueblo fue de una tremenda importancia en el desarrollo histórico y cultural de los posteriores romanos. Al someter los etruscos a los latinos, les aportaron a éstos los conceptos urbanísticos que luego pasarían intactos a Roma.
Los etruscos habitaron la región al norte del Tiber que, debido a esto, pasó a conocerse hasta hoy como Etruria. Vivían en pequeñas ciudades independientes, entre las que se destacaron Veyes, Ceres y Tarquinia. Gozaron del desarrollo de la metalurgia del bronce y del hierro. Los productos que desarrollaron los comerciaron a través del Tirreno con los griegos.
Los etruscos gobernaron Roma como reyes y según cuenta la tradición, después de Rómulo vendrían seis reyes etruscos, siendo el último de ellos, Tarquino, el Soberbio. Los etruscos llevaron adelante profundas transformaciones en toda la zona del Palatino. Desecaron pantanos, iniciaron construcciones como la cloaca máxima, el Foro romano, etc.
Entre otros aportes tenemos la valorización de la mujer ( la cual en Grecia tuvo más bien un papel discreto), el culto a los muertos, etc.
En esta etapa de la historia romana el rey concentraba en sus manos todos los poderes, pero era ayudado por un cuerpo consultivo, el senado.

EVOLUCION POLÍTICA DE ROMA:

LA REPUBLICA:

La leyenda se refiere a los numerosos crímenes y actos despóticos cometidos por el rey etrusco y sus hijos. Finalmente los patricios romanos se levantaron y hacia el año 500 a.C. expulsaron a Tarquino de la ciudad. Nunca más querían tolerar a un monarca en Roma. La palabra “rey” se hizo odiosa. Roma debía ser una “república”, esto es, el Estado no debía ser de uno , sino del todo el pueblo, debía ser “ res publica” (cosa pública).
El gobierno fue asumido por las familias aristocráticas que se consideraban los verdaderos representantes de la ciudadanía romana, del “populus romanus”. Estas familias derivaban su origen de algún antepasado ilustre(pater) y por eso se calificaron orgullosamente de “patricios”. Debajo de ellos estaba la plebe que constituía la masa de la población y que estaba formada por los artesanos, comerciantes y campesinos. Los plebeyos poseían la libertad personal, pero no pertenecían al “populus” y, por tanto, no poseían derechos políticos. Los patricios se mantenían rigurosamente separados de la plebe. Sólo ellos disfrutaban de los derechos públicos, sólo ellos ocupaban las magistraturas, los asientos en el senado y las dignidades sacerdotales. No permitían que un plebeyo se casara con una patricia: no había “connubio” entre plebe y patriciado. Si un plebeyo quería disfrutar de seguridad personal, debía colocarse bajo la protección de un patricio. De este modo, los patricios más poderosos se convertían en “patrones” de un gran número de “clientes”.
La república romana careció de una constitución escrita. La vida política, al igual que la vida de la familia, se guiaba por la tradición y la costumbre inmemorial. Una organización política vigorosa debía poner a Roma en condiciones de hacer frente a todo peligro externo. Todo debía quedar sometido a los intereses superiores del Estado y del bien común. Los magistrados quedaron investidos de una fuerte autoridad con el fin de poder obligar a todos los ciudadanos a servir al Estado.

LAS MAGISTRATURAS ROMANAS:

El cambio más importante que se produjo a raíz de la abolición de la monarquía y la institución de la república fue el reemplazo del rey por dos cónsules, elegidos anualmente por la asamblea popular. Los signos externos de su poder eran la silla curul, la toga pretexta y el cetro de marfil. Eran acompañados de doce lictores cuyos fasces y hachas eran símbolos de que los cónsules tenían poder sobre vida y muerte. Los cónsules duraban sólo un año en su cargo y debían rendir cuenta de su acción ante la asamblea popular.
Cada uno podía vetar y anular las resoluciones del otro. De esta manera, se quería evitar que uno abusase de su poder y se convirtiese en tirano.
En tiempos de guerra o de grave crisis externa se podía nombrar a un dictados en lugar de los cónsules. Todos debían someterse a sus órdenes. Pasado el peligro, el dictador debía renunciar y de ningún modo podía permanecer en su cargo más de seis meses.
Los dos cónsules dirigían el Estado y comandaban el ejército. A medida que Roma fue creciendo se hizo necesario crear otras magistraturas a las cuales se encomendaron funciones específicas. Los censores, elegidos por cinco años, realizaban cada lustro un censo con el fin de determinar la fortuna de los ciudadanos y de distribuirlos en sus respectivas clases y centurias.
Los censores velaban además sobre las buenas costumbres y sobre la preservación de la tradición. Los seis pretores o jueces estaban a cargo de la administración de justicia. Los ediles tenían bajo su dirección a la policía y vigilaban los mercados y los precios. Dos cuestores administraban el tesoro público que se guardaba en el templo de Saturno.
La institución política más importante era el Senado, formado por unos trescientos patricios que ocupaban su cargo en forma vitalicia. Los senadores eran hombres de gran experiencias y autoridad. Controlaban a los cónsules y sus opiniones, los senadoconsultos, eran obedecidos por los cónsules como leyes. El senado sancionaba las resoluciones de la asamblea popular y vigilaba el cobro de los impuestos y la hacienda pública.
Sólo los patricios y sus clientes integraban la asamblea popular. Esta decidía sobre guerra y paz, elegía a los cónsules y demás magistrados y votaba los layes.

EXPANSIÓN ROMANA:

Obligaba por los conflictos con sus vecinos, que recelaban de su poder, Roma gradualmente procedió a anexar nuevos territorios, tanto al norte como al sur, hasta que llegó a dominar toda la península itálica. En ese proceso, debieron luchar contra los Galos, los samnitas, los etruscos, los griegos de la Magna Grecia, que contaron con la ayuda militar del Rey Pirro, de Epiro. Entre los siglos V y III a.C. Roma logró unificar toda Italia bajo su soberanía.
Los romanos pudieron vencer en todas estas luchas debido a la mayor disciplina de su ejército, formado por los soldados campesinos, que defendían sus tierras y sus tradiciones frente a la amenaza de otros pueblos. Los ejércitos romanos estaban organizados en legiones, apoyadas por cohortes constituidas por los pueblos aliados.
Otro factor que contribuyó a la victoria fue la gran habilidad política y diplomática del Senado, que siempre trató de enfrentar divididos a los enemigos de Roma, fomentando sus discordias y, a la vez, tratando de convertir a los vencidos en aliados.
Como resultado de la unificación de la península por parte de Roma, se conformó la confederación itálica. Posteriormente a todos los habitantes se les daría la ciudadanía romana.

LAS GUERRAS PÚNICAS Y LA CONQUISTA DEL MEDITERRÁNEO OCCIDENTAL:

Unificada Italia bajo la dirección de Roma, consolidada éste como potencia militar y comercial, requirió ahora controlar las rutas marítimas del Mediterráneo y el Tirreno. Pero en tal empeño chocará con Cartago, gran potencia marítima y comercial ubicada en el norte de Africa, con posesiones en el sur de España, dueña de las islas de Córcega y Cerdeña, Baleares y Malta. Aparte de su gran flota, militarmente Cartago poseía un numeroso ejército de mercenarios.
El choque entre Roma y Cartago sólo podía resolverse mediante la guerra. Los conflictos armados entre ambas potencias recibieron el nombre de guerras Púnicas, puesto que los cartaginenses eran también conocidos con la denominación de “punos”.
a) Primera Guerra Púnica (264-241 a.C.). En sus inicios, este conflicto se desarrolló en el mar, donde los cartaginenses mostraron una clara superioridad sobre los romanos. Estos, en vistas de tal situación, reforzaron su flota e intentaron convertir los combates navales en terrestres, mediante la táctica de abordar a los barcos enemigos y resolver las batallas con el uso de la infantería actuando sobre las naves. Los resultados fue ron exitoso y, después de una serie de alternativas, la flota cartaginesa fue totalmente destruida. Así, la guerra se resolvió a favor de Roma. Como resultado, Cartago debió entregar a los vencedores la isla de Sicilia. Luego, los romanos se apoderaron de Córcega y Cerdeña. Roma se había convertido en una potencia marítima. Sin embargo, Cartago no estaba destruida.

b) La Segunda Guerra Púnica (219-202). Bajo el gobierno de la familia Barca, Cartago se recuperó de las pérdidas de la guerra y pronto volvió a emerger como una gran potencia comercial y marítima. Esto tenía que traer consigo nuevos choques con Roma. Y así sucedió efectivamente. La iniciativa la tomó Cartago, cuyas tropas al mando del gran estratega Aníbal, tomó posesión del sur de España para luego, al mando de un gran ejército, que incluía una considerable cantidad de elefantes, cruzar los Alpes y caer sobre el norte de Italia. En la península obtuvo resonantes victorias, entre las que sobresalen las de Trebia, Trasimeno y la de Cannas (216).
No obstante, Aníbal,que estuvo a las puertas de Roma, nunca se atrevió a dar la batalla decisiva puesto que consideraba que aún requería más refuerzos para ello.
Después de dos años de escaramuzas, Roma estuvo en condiciones de pasar a la contraofensiva. Colocado al mando de las tropas Escipión, resolvió éste llevar la guerra fuera de Italia con el fin de sacar de allí a Aníbal. Así, pues, Escipión emprendió una campaña en España, tomando el sur de la península ibérica.
Luego pasó al norte de Africa con la pretensión de atacar Cartago. Ante tal situación, las autoridades cartaginesas mandaron a Aníbal regresar con el fin de colaborar en la defensa. El año 202 se dio la batalla de zama, que resolvió el conflicto a favor de los romanos. Aníbal debió huir para salvar su vida.
Como consecuencia de la segunda guerra púnica, Roma se apoderó de las posesiones cartaginesas en el sur de España y en el noreste de Africa. De tal manerapasó a convertirse en la dueña del Mediterráneo Occidental. Cartago, por su parte, quedó transformada en un protectorado romano.

c) Tercera Guerra Púnica. Luego de su derrota, una vez más Cartago se recuperó económicamente. Su próspera agricultura le hacía la competencia a los productos de los latifundios romanos. Estos hizo surgir una corriente en el senado, encabezada por catón el censor, que propugnaba la destrucción definitiva de Cartago. En definitiva, esta corriente logró imponer sus pretensiones.
Aprovechando que los catagineses entraron en guerra con un aliado de Roma, ésta movilizó sus contingentes hacia Africa. Sin embargo, Cartago demostró estar dispuestos a someterse a las exigencias romanas, para lo cual incluso llegó a entregar parte de sus armas. No obstante dichas exigencias fueron muy altas; se les pedía abandonar su ciudad definitivamente y que se dispersaran por el desierto. Entonces, Cartago se decidió a combatir. Los romanos se impusieron completamente y luego procedieron a destruir la ciudad vencida, esparciendo sal sobre su tierra arrasada.

Formación del Imperio Romano


LA CONQUISTA DEL MEDITERRÁNEO ORIENTAL:
Dueña de la parte Occidental, Roma luego se lanza a la conquista del Mediterráneo Oriental. Allí existía una serie de Estados helenísticos, es decir, salidos de la desintegración del imperio de Alejandro Magno. Roma los fue sometiendo y absorbiendo gradualmente. Como resultado de la batalla de Cinocéfalos (197) y Pidna (168 a. C.) quedó vencida Macedonia, la que en el 142 a. C. fue convertida en provincia romana. En el 190 a. C. Roma logró derrotar al Rey Antíoco III de Siria, estableciendo como producto de ello, su protectorado sobre el Asia Menor. Luego, se conquistó Grecia, la que en el 127 a. C., con el nombre de Acaya, quedó integrada a la soberanía de Roma en calidad de provincia. En el Oriente, pues, sólo Egipto no cayó bajo el poder romano, por el momento.

OTRAS CONQUISTAS EN EL OCCIDENTE:
Para consolidar su supremacía en el mediterráneo occidental, Roma debió proceder a hacer otras conquistas. En efecto, para mantener tal supremacía se requería fortalecer las posiciones romanas en el sur de España, lo cual, a su vez, obligaba a conquistar el norte de la península Ibérica, así como también Portugal, ambas regiones habitadas por pueblos celtiberos y lusitanos, respectivamente. La empresa fue larga. Sólo en el año 133 fueron sometidos los primeros, luego del sangriento sitio de Numancia. Los segundos lo fueron en el 139 a: C.
Luego, para mantener una comunicación expedita entre Italia y la península Ibérica, los romanos se empeñaron en conquistar el sur de la Galia. Fue así como en el 122 a.C. la de Narbona. Con aquellos territorios se constituyó la provincia de Provenza.
La Organización de los territorios Anexados:
Los territorios que Roma fue conquistando, quedaron ubicados en status diferente.
Fueron los siguientes.
a) Colonias. Estos eran territorios en los cuales se establecía una población romana, la que garantizaba el dominio de la región. Estos establecimientos reproducían la constitución romana y se manejaba con cierta autonomía.
b) Federados. Eran los territorios que, habiendo sido sometidos por Roma, luego, a través de tratados, permanecían fieles a ésta, como aliados, quedando sus pueblos en libertad, pero obligándose a participar junto a Roma en las guerras en que ella se viera envuelta. A cambio de su lealtad, recibían una serie de concesiones. Con el tiempo, a los federados que se encontraban en Italia, se les concedió la ciudadanía romana.
c) Provincias. Eran aquellos territorios conquistados y ocupados permanentemente por tropas romanas. Carecían de toda independencia y eran gobernados por un procónsul nombrado por Roma. Por lo común, las provincias eran víctimas de una intensa explotación, a través de onerosos tributos y otros variados procedimientos.


CRISIS DE LA REPÚBLICA:

La expansión de Roma por todo el Mediterráneo trajo una serie de consecuencias y cambios en todo orden de cosas. En lo cultural, se produjo una penetración del helenismo, lo que se tradujo en una pérdida de las primitivas y sencillas costumbres y tradiciones que habían caracterizado a la sociedad romana. En su reemplazo advino una afición por el lujo y el refinamiento, tanto en los hábitos como en los aspectos culturales y literarios. El idioma griego se puso de moda entre los altos círculos y era de buen tono conocerlo.
En lo religioso, llegaron a Roma una serie de cultos orientales, traídos principalmente por los soldados que incursionaban en los ejércitos en esas regiones. Sobresalió al respecto el culto a Asis y Mitra. En correspondencia con este fenómeno, se fueron perdiendo las antiguas creencias.
En lo económico, hacia Roma fluyó una enorme cantidad de riquezas producto principalmente de la explotación de las provincias. Se constituyeron aún más grandes fortunas, las que frecuentemente fueron empleadas en la usura, la que se convirtió en un lucrativo negocio más. Los grandes capitales que así se formaron, a diferencia de lo que ocurrirá en la época moderna, no se invertían en la producción sino, como se dijo, en los préstamos usurarios y en los bienes suntuarios.
En lo social, se ahondaron notoriamente las diferencias. Se formó una clase plutocrática, llamada “ecuestre” o de los “caballeros”, dueña del gran comercio y del dinero , enriquecida con la explotación de las provincias, prestamistas usureros, cobradores de impuestos entregados en consignación por el Estado para los efectos de las provincias, etc. Sobre ella se encontraba la clase senatorial o aristocracia, es decir, los patricios, dueños de gigantescos latifundios. Este sector era el que tenía el poder político. Por lo común despreciaba la actividad comercial, a la que consideraba indigna.
Más abajo, se formó un proletariado ocioso en las ciudades, que no eran otros que los campesinos arruinados, que no podían vender sus productos, puesto que desde las provincias esos mismos bienes llegaban a un precio mucho más bajo. De allí su ruina. Obligados a vender sus tierras, emigraban hacia las urbes, donde vegetaban sin ninguna actividad permanente.
Al mismo tiempo, la esclavitud creció extraordinariamente. Las minas, las tierras e incluso alguna artesanía, era realizada por los esclavos, que fluían a Roma como producto de las conquistas.
En lo político, la expansión hizo entrar en crisis al régimen republicano, puesto que éste había sido creado para los efectos del gobierno de la Ciudad-Estado, siendo adecuada para ello, pero no para gobernar un gigantesco territorio como el que se había conquistado.

LAS GUERRAS CIVILES: hacia el fin de la república.

Todos los fenómenos reseñados dieron origen a una serie de conflictos del más variado tipo, desde las grandes rebeliones de esclavos, hasta intentos de introducir reformas destinadas a resolver algunos de los problemas existentes. Entre estos últimos sobresalen los de los hermanos Gracos, quienes se esforzaron por llevar a cabo una reforma agraria que entregara tierras a quienes no la poseían, para así reconstruir el campesinado medio, que había sido la base de la vida romana. Para hacer esta redistribución de la tierra planteaban la necesidad de que los patricios devolviesen el ager públicus, del cual, en la práctica se habían apropiado.
El año 133 Tiberio Graco, esgrimiendo los planteamientos arriba citados, fue elegido tribuno de la plebe, consiguiendo que se aprobara la ley de reforma agraria. Sin embargo, en medio de las conmociones y luchas que se desataron, murió asesinado en manos de los patricios. Diez años después, en el 123 a. C, su hermano cayo Graco, elegido igualmente tribuno de la plebe, persistió en el intento de impulsar la reforma agraria. No obstante, fue asesinado en disturbios callejeros, donde murieron muchos de sus partidarios. En definitiva, la reforma agraria no se hizo y la ley respectiva quedó derogada.
Los conflictos sociales en los que participaban los patricios, los caballeros y la plabe se agudizaron a tal punto, que se convirtieron en permanentes guerras civiles, con intervención del ejército y de los generales que representaban a uno u otro bando. De tal modo, se estableció una sucesión de dictaduras. Así ocurrió con el gobierno de Mario, que se apoyaba en el partido popular y que sometió al senado. Luego advino la dictadura de Sila, que representaba al patriciado y que restauró la influencia del Senado. Todo esta sucesión de gobiernos se verificó en medio de guerras civiles y violencias extremas de parte de uno y de otro bando.
Las instituciones republicanas ya prácticamente no funcionaban: sólo la fuerza valía. Luego de la dictadura de Sila, tres generales hicieron un acuerdo secreto para repartirse el poder y apoyarse mutuamente: fue el llamado “Primer Triunvirato”, conformado por Julio César, Pompeyo y Craso. En el fondo se trataba de una alianza contra la clase senatorial patricia, que hasta entonces controlaba el poder. El primer triunvirato representaba una coalición entre los caballeros y el partido popular contra la aristocracia representada por el senado.
No obstante, el triunvirato se romperá pronto. Craso fue sacado de la escena en un corto tiempo. Julio César, por su parte, partió a conquistar las Galias, persiguiendo con ello ganar prestigio, riquezas y poder militar. Mientras tanto, Pompeyo se quedaba en Roma ejerciendo su poder sobre el senado.
Entre el 58 y el 51, César conquistó las Galias. Habiéndose hecho fuerte en esta empresa y ganando prestigio y apoyo entre el pueblo, se aprestó a volver a Roma con sus ejércitos a fin de imponer su voluntad sobre Pompeyo. El 49 a.C. cruzó el río Rubicón, ingresando en territorio de Italia, mostrando con ello sus pretensiones. Después de las batallas de Lérida y Farsalia, derrotó totalmente a Pompeyo e impuso su poder personal en Roma, sometiendo al senado.

El Gobierno Personal de Julio César (48-44 a.C.):

Con la instauración del gobierno personal de César la república en los hechos ya casi no existía. Basado en su prestigio, en el apoyo del pueblo y en su ejército, César desplazó a la nobleza senatorial. Esta pronto empezó a conspirar para recuperar su situación, con el pretexto de reconstituir las instituciones republicanas. En el año 44 a.C., cuando se disponía a entrar al senado, Julio César fue asesinado por Bruto, Casio y otros senadores, quienes pretendían con ello obtener el apoyo popular y así restaurar la república aristocrática.
Sin embargo, la situación se dio muy diferente a lo esperado por los conspiradores. En efecto, la reacción de la multitud al saberse la noticia, fue de absoluto rechazo al crimen, generándose una violenta reacción contra el patriciado. En este contexto, los amigos personales más cercanos de César, personaje de gran influencia y poder, formaron el segundo triunvirato con el objeto de retener en sus manos el poder y castigar a los autores del asesinato. Este segundo triunvirato estuvo formado por Marco Antonio, Octavio y Lépido.
Luego de poner en práctica fuertes represalias contra la nobleza senatorial, los triunviros se repartieron el poder. Octavio quedó gobernando la parte occidental del territorio romano. A Lépido le correspondió Africa y a marco Antonio la parte asiática.
Pero, al igual como había sucedido con el primer triunvirato, el segundo estaba destinado a romperse puesto que cada uno de sus miembros aspiraba a concentrar todo el poder en sus manos. Pronto Lépido fue separado de sus funciones. Entonces quedaron frente a frente Octavio y marco Antonio. Este último se había ido a establecer en la corte de la reina Cleopatra en Egipto, adoptando la mentalidad oriental. El enfrentamiento decisivo entre ambos se dio en la batalla de Accio (31 a.C). Como producto de ella, Octavio quedó dueño de todo el territorio, procediendo a instaurar su poder personal. La república, en los hechos, había llegado a su fín.
EL IMPERIO ROMANO:

La instauración del poder personal de Octavio se hizo manteniendo todas las apariencias de que la República continuaba existiendo. A aquél le fueron entregadas todas las magistraturas por parte del Senado y los Comicios. Pero esto no era nada más que un formulismo puesto que Octavio controlaba personalmente el poder en virtud de su mando sobre el ejército. Fueron justamente sus tropas las que lo denominaron con el título de “ Imperator”, que hasta entonces se reservaba a quienes detentaban el mando militar.
En las nuevas condiciones, pues, se estableció la ficción de que era el pueblo romano quien delegaba la autoridad en manos de Octavio, el que luego pasó a ser denominado Augusto, titulo concedido por el Senado. En virtud de esa ficción Augusto fue considerado como el primer ciudadano, es decir. Como el príncipe.
Se llama principado a la primera fase del imperio romano en el cual el poder personal basado en el ejército se reviste la apariencia de una delegación por parte del pueblo a través del senado y los comicios. En consecuencia, esta fase comenzó con Augusto quien, en los hechos, fue el primer emperador.

EL GOBIERNO DE AUGUSTO.

Bajo este gobierno se puso fin a las guerras civiles y se consolidó la paz, al tiempo que sucedía lo propio con el poder personal.
Asumido el mando, Augusto procedió a reorganizar el imperio. Así estableció dos tipos de provincias, cada una con su administración y finanzas diferenciadas. Unas se llamaron provincias senatoriales, las que quedaron bajo la autoridad del Senado, quien designaba un procónsul para su administración. Los recursos económicos con que contaban para su financiamiento constituían lo que se denominaba el erario. Las otras eran las provincias imperiales que quedaron bajo la tuición directa del emperador, quien nombraba un delegado personal para que las administrase lo que se denominaba fisco.
Mientras que las provincias senatoriales se hallaban en las zonas interiores del imperio y se encontraban totalmente pacificadas, las imperiales se ubicaban en regiones fronterizas frecuentemente objeto de rebeliones y otros peligros similares.
En el marco de las reformas y la organización del imperio, Augusto procedió a quitar a los caballeros el derecho de recolectar los impuestos, cargo que hasta entonces se compraba al Estado por grandes sumas, a cambio de lo cual la tributación de las provincias quedaba en manos de quien la recaudaba. Esto, por supuesto, se prestaba para grandes abusos.
Otras de las medidas importantes tomadas por Augusto bajo su gobierno fue la reforma moral y religiosa. En virtud de ella se dictó la ley sobre los matrimonios, mediante la cual se obligó a los solteros a contraer nupcias y a los viudos a volver a casarse. Igualmente se estipuló la obligación de tener hijos. De tal modo, se pretendía restaurar la familia romana como base para un desarrollo social sano.
A través de la reforma religiosa se buscó restaurar a los dioses antiguos, vinculando su culto con el amor a Roma. Se pretendía con ello desterrar muchas supersticiones y creencias que habían penetrado desde Oriente, y al mismo tiempo, regenerar un espíritu cívico, que se había perdido en el tráfago de las guerras civiles y de la decadencia moral producida con la expansión. Unido todo esto, comenzó a verificarse un culto al emperador, que Augusto entendió como un elemento más para desarrollar el espíritu cívico.
Desde el punto de vista de su política externa, Augusto renunció a embarcarse en aventuras expansionistas y prefirió consolidar las fronteras existentes, a las que procedió a fortificar considerablemente a través de la construcción de poderosas defensas, en las que aportó importantes contingentes militares. De tal manera, se instauró una paz permanente que permitió a Roma alcanzar su apogeo económico y cultural.
El imperio abarcaba extensas regiones. Por el norte llegaba hasta el Rhin e incluía a la mayor parte de la actual Inglaterra. La frontera continuaba por el Danubio, hasta la desembocadura en el mar negro. Por el este incluía el Asia menor y el corredor sirio-palestino. Por el sur, abarcaba Egipto y todo el norte de Africa. Al centro de todo este territorio se ubicaba el mar Mediterráneo, que jugaba un gran papel desde el punto de vista de las comunicaciones y del tráfico mercantil.
La paz instaurada por Augusto permitió la comunicación expedita y segura entre los distintos rincones del imperio y, de esa manera, creó condiciones para la romanización de extensas zonas, sobre todo las occidentales.
Uno de los problemas que debió resolver Augusto durante su gobierno fue el de la sucesión. Los antiguos mecanismo propio de la República ya no eran viables. La solución que se encontró sobre esta materia fue el llamado Sistema de Adopciones. Este consistía en que el emperador tomaba como hijo adoptivo suyo a un personaje de su confianza y lo proponía al senado para que éste lo eligiese como su sucesor. Con tal trámite se continuaba con la ficción de que era el pueblo romano, a través del senado, quien elegía al emperador. Luego, el elegido recibía todas las otras magistraturas, quedando así sancionado legalmente su poder absoluto.
Con este sistema se conformaron las tres primeras dinastías del Imperio Romano: la de los Claudios, la de los Flavios y la de los Antoninos.

EL SIGLO DE AUGUSTO:

Se llama así al siglo I, en el cual la cultura latina llegó a su apogeo. Ello, a su vez, era el reflejo de una situación de progreso económico, estabilidad política y paz, como no la había existido por siglos. Augusto se empeñó en estimular y apoyar la creación artística y literaria. Igual cosa hizo el acaudalado Mecenas, personaje que protegió y financió a gran cantidad de talentos.
Entre los principales representantes literarios del siglo de Augusto figura el poeta Virgilio, cuyas obras principales son la Eneida, que trata sobre los orígenes de Roma, y la georgicas; Horacio, autor de las odas; Tito Livio, gran historiador que escribió especialmente sobre el período republicano, destacando sus virtudes; Ovidio, cuyo principal escrito es El Arte de Amar. También se suele incluir dentro de ese apogeo de la literatura latina a los Comentarios de la guerra de las Galias, de Julio César y la Catilinarias y Filípicas, de Cicerón.

ALGUNOS EMPERADORES POSTERIORES A AUGUSTO:

Augusto en el año 14. Le sucedió Tiberio, nombrado por el senado a través del sistema de adopción. Su gobierno se extendió entre los años 14 y 37. En este período se produjo la crucificación de Jesús en palestina. A Tiberio sucedió caligula, personaje desequilibrado que llegó hasta la locura. Fue él quien hizo nombrar cónsul a su caballo. Gobernó entre el 37 y el 41. Le siguió Claudio (41-54) y luego Nerón, emperador este que desató la primera gran persecución contra los cristianos. Se considera que él fue el autor del incendio de Roma, de lo cual culpó a los cristianos. Gobernó entre el 64 y el 68, cuando se produjo contra él una sublevación. Después de su muerte advino un breve período de anarquía, que fue superado el año 69, con la instauración de la nueva dinastía de los Flavios.

El Dominado
Se llama así al segundo período del imperio en el cual puso fin definitivamente al pricipado, con sus ficciones jurídicas. El dominado comienza a fines del siglo III, con Dioclesiano. En esta fase, el reconocimiento de que todo el poder pertenece al emperador (apoyado en el ejército), y que éste de por si es el soberano absoluto, poseyendo la facultad total de dominio, se hace explícito. En estas condiciones, el Senado perdió incluso su poder nominal.
El dominado se ubica plenamente dentro del período de decadencia de Imperio. De entre sus principales emperadores podemos mencionar los siguientes:
a) Dioclesiano (284-305). Fue él quien dio comienzo a la fase del dominado. Su esfuerzo fundamental, sin embargo, estuvo orientado a la reorganización del imperio, especialmente buscando establecer reglas claras y estables en la sucesión imperial. Fue asó que ideó el sistema de la tetrarquía. Este consistía en dividir el territorio del imperio en dos partes. Una oriental, con capital en Nicomedes, y otra oriental, con capital en Milán. De acuerdo a esta división, instauró un gobierno encabezado por dos augustos, uno en cada parte del imperio, secundados por un césar cada uno. Al morir un augusto, ocupaba su lugar el césar respectivo, quien, a su vez, nombraba a otro césar que lo secundara. De tal manera, se consideró que la sucesión imperial quedaría regularizada sin dar lugar a periódicas guerras civiles.
Se suponía que el sistema de la tetrarquía, con la división del imperio en dos partes para los efectos prácticos de gobierno, permitiría una mejor administración y enfrentar en mejores condiciones el peligro de las invasiones bárbaras, que ya se manifestaba con cierta persistencia. Hay que precisar que la señalada división administrativa del imperio, propia del sistema de la tetrarquía, se hizo manteniéndose la unidad esencial del imperio, el que siguió siendo uno.
Sin embargo, el sistema de la tetrarquía fracasó. A la muerte de Dioclesiano se reeditaron las guerras civiles en las cuales se disputaba la sucesión imperial.
b) Constantino (312-337). Bajo su gobierno se dictó el Edicto de Milán (313), por el cual la religión cristiana fue tolerada, declarándose legal. En tal condición pudo competir en pie de igualdad con las otras y aumentar su influencia. Constantino tomó esta medida en cumplimiento de una promesa que había hecho a convertirse en emperador. Según se dice, tal promesa la había hecho en las vísperas de la batalla y después de haber tenido un sueño donde se le apareció una cruz acompañada de una voz que decía “ con este signo vencerás”.
La otra obra de gran importancia de Constantino fue la fundación de la ciudad de Constantinopla, a orillas del Bósforo (330), Con esta medida se pretendía crear un centro político y militar que permitiera controlar mejor esa región de la parte oriental del imperio e impedir los desbordes de los pueblos bárbaros, cuya presencia allí era particularmente intensa.
c) Juliano el Apostata (361). Este emperador es conocido por cuanto en su administración se verificó una recaída en el paganismo, poniéndose en práctica la última persecución general a los cristianos. Juliano quiso restaurar los antiguos dioses y desterrar el cristianismo, al que acusaba de ser el causante de la decadencia de Roma. Sin embargo, sus esfuerzos fueron vanos, puesto que la iglesia y las creencias cristianas se encontraban demasiado extendidas.
d) Teodosio el Grande (379-395). Fue el último gran emperador romano. Bajo su mandato se logró una pasajera mejoría de la situación y el imperio temporalmente se fortaleció. Comprendiendo que el cristianismo se encontraba demasiado extendido y que era necesario unificar a los súbditos bajo la creencia común con el cual se identificara el propio imperio, Teodosio resolvió declarar al cristianismo como religión oficial (392), prohibiéndose el culto de cualquiera otra. Esto marcó el triunfo definitivo de la Iglesia cristiana, la que pasó a apoyar con todas sus fuerzas a las autoridades. Así, éstas resultaron fortalecidas, consiguiendo la adhesión incondicional de los fieles de la nueva religión oficial.
Teodosio fue, además, quien decretó y puso en práctica la división definitiva del imperio romano. En el año 395, en efecto, se verificó la separación. Así, se constituyó el imperio romano de oriente, con capital en Constantinopla, el que quedó a cargo de Arcadio, y el imperio de Occidente que estableció su capital en Roma, quedando a la cabeza de él Honorio. Los dos emperadores mencionados eran hijos de Teodosio y asumieron a la muerte de su padre.
SURGIMIENTO y DESARROLLO DEL CRISTIANISMO EN EL IMPERIO:

Los orígenes del Cristianismo se remontan a la religión judía. Esta se caracterizaba por un monoteísmo, por el culto a yavé y por la creencia de que los judíos eran el pueblo elegido por Dios. Debido a los israelitas quedaron por siglos sometidos a otras potencias, se desarrolló en ellos la convicción de que Dios mandaría a la tierra a un salvador o Mesías, que los liberaría de toda presión extranjera y que los pondría a la cabeza de todos los otros pueblos.
Bajo el reinado de Augusto, Israel se encontraba sometido al Imperio Romano. Entonces apareció Jesús de Nazaret, quien se proclamó el Mesías esperado. Sin embargo, su doctrina no coincidió del todo con la ortodoxia judía. Si bien concordó con ésta en la afirmación de que existe un solo Dios, discrepó en su concepción del ser supremo, puesto que consideró a éste como un Dios personal, como un padre. Una segunda diferencia de gran importancia consiste en que Jesús entendió a Dios como el padre de toda la humanidad, superando el carácter nacional de la religión Judía, anteponiéndole una concepción universalista. De aquí se deriva una tercera gran afirmación en el planteamiento de Jesús: todos los hombres son esencialmente iguales, puesto que todos son hijos del mismo padre y poseen el atributo de la espiritualidad. Sé aquí se desprende otra gran afirmación: todos los hombres son hermanos y entre ellos debe verificarse una relación de amor.
Otra cuestión fundamental que separará la doctrina de Jesús del judaísmo será la concepción de que el reino de Dios no es de éste mundo y que la salvación vendrá después de la muerte.
El sanedrín Judío consideró que la doctrina predicada por Jesús era herética y presionó para que fuese juzgado y condenado. Ello había ocurrido bajo el gobierno de Tiberio.

ORGANIZACIÓN Y PROPAGACIÓN DE LA IGLESIA CRISTIANA:
Jesús tenía una serie de seguidores que eran los apóstoles. A la muerte del maestro, éstos se dispersaron por el imperio romano predicando la doctrina y tratando de organizar en cada ciudad, a partir de la comunidad judía, núcleos cristianos. Así, poco apoco, en Antioquía, en Jerusalén, en Asia menor, hasta llegar a la propia Roma, se fueron consiguiendo resultados positivos en esta tarea. La nueva religión se fue extendiendo principalmente entre los esclavos, los pobres, los soldados que habían estado en la zona de Palestina o en el Oriente. Uno de los elementos que más favoreció al Cristianismo en su expansión, fue el hecho de que ofreció una esperanza a quienes no tenían ninguna expectativa en este mundo.
El principal organizador de la nueva Iglesia fue Pablo, quien, además de fundar diversas comunidades, se mantenía en contacto con ellas aún a la distancia, a través de cartas o epístolas.
La Iglesia Cristiana pronto empezó a sufrir persecuciones, no por intolerancia religiosa del imperio, sino por la negativa de los Cristianos a adorar al emperador, lo que era considerado por éste como un delito contra el estado. Sin embargo, la excelente organización de la Iglesia le permitió sobrevivir y crecer. En Roma los creyentes realizaron sus ritos y ceremonias en lugares ocultos, llamados catacumbas.
Cuando el imperio entre en decadencia y se abra un gran vacío espiritual entre las personas de las más diversos estratos sociales, la Iglesia cristiana verá aumentada su influencia y el número de sus seguidores. Entonces, el propio imperio optará por hacerse cristiano.
EL FIN DEL IMPERIO: SU HERENCIA CULTURAL.
El fin del imperio fue el producto de un largo proceso, que implicó una prolongada decadencia que duró siglos, y que conllevó serios esfuerzos encaminados a revertir la dirección de los hechos.
La Decadencia y sus causas Principales:
No es posible reducir la decadencia romana a una sola causa. Pero entre los muchos factores que influyeron se puede destacar el gigantesco peso que significaba la enorme burocracia y el considerable ejército requerido para mantener el control de un área tan extensa como la abarcada por el imperio. El renacimiento de esa burocracia y del ejército implicaba incalculables gastos, absorbiendo gran parte de la riqueza que se producía. Tal problema de financiamiento se fue haciendo cada vez más grave en la medida que el imperio dejó de expandierse y, por ese medio, de incorporar más riqueza a su patrimonio.
Para financiar los enormes gastos que implicaba el funcionamiento del aparato estatal, las autoridades públicas se vieron obligadas a intervenir de manera creciente en la economía, sobre todo aumentando los impuestos. Esto, por su parte, desincentivó la producción puesto que muchas veces no convenía producir debido a que gran parte de ello debía pasar a manos de la autoridad en forma de tributo. Por lo tanto, la producción y la riqueza fue disminuyendo y, correlativamente, con ello los problemas de financiamiento estatal siguieron creciendo. Junto con ello, y con el agotamiento de una serie de yacimiento de oro y plata, la moneda emitida por el imperio cada vez se depreciaba más puesto que su componente de oro y plata bajaba, presentándose en aleaciones de cobre y plomo. Esto generó problemas en el comercio, el cual lentamente fue disminuyendo, tanto por los efectos de la inestabilidad monetaria como por la baja de la producción.
Como la actividad económica cada vez fue menos rentable y más sujeto a una creciente tributación, muchos artesanos y productores de diversos tipos optaron por abandonar su oficio y replegarse al campo para vivir allí de lo que la tierra da, en una especie de economía de autosustento, con lo cual la producción general bajó aún más. Ante tales tendencias, que se traducían en el despoblamiento de las ciudades, el Estado optó por redoblar su intervención en la economía, hacer obligatorio e incluso hereditarios todos los oficios, prohibiendo la emigración al campo y el cambio de profesión. Para controlar el desempeño del trabajo, los oficios fueron organizados en corporaciones o gremios. El hijo estaba obligado a seguir el oficio del padre.
Todas estas medidas no lograron detener el proceso de disminución de la riqueza. Con ello el ejército y la burocracia tuvieron que achicarse y, por otra parte, la población comenzó a decrecer en forma considerable. El achicamiento del aparato estatal y su desorganización, hizo posible la entrada de numerosos pueblos bárbaros, los que se instalaron dentro de su territorio.
A las señaladas causas de la decadencia hay que agregar los factores políticos, consistentes en la inexistencia de mecanismos regulares de sucesión imperial, lo que daba lugar a permanentes guerras civiles a la muerte de un emperador. La sucesión, en definitiva, se resolvía según la fuerza, esto es, de acuerdo a la actitud de las tropas, base real del poder imperial. Las constantes guerras civiles generadas por esta causa desorganizaron aún más la economía y contribuyeron al empobrecimiento general.
Los problemas morales, el desaparecimiento del sentido cívico, igualmente contribuyeron a la decadencia. Las clases altas, desentendiéndose de la política, al igual que la masa del pueblo, se refugiaron en su vida privada. Los primeros se retiraron a sus villas o latifundios, abandonando las ciudades, procurando allí garantizar su seguridad y buen pasar. La política quedó en manos de los generales y el ejército, que eran los que hacían y deshacían emperadores.
El colapso del imperio se producía cuando, producto de esta crisis general, los germanos llevan a cabo su “invasión violenta” por efecto de la aparición de los Hunos en Oriente, de quienes pretendían protegerse ingresando al imperio, con lo cual terminaron por destruirlo.
En este largo proceso de decadencia, que duró, a lo menos dos siglos, hubo importantes esfuerzos hechos por emperadores notables, que pretendieron revertir la situación, logrando mejorías transitorias. A continuación nos detendremos en algunos de ellos.

EL FIN DEL IMPERIO (476).

En el contexto de la decadencia a la cual ya nos hemos referido, se verificó una serie de inmigraciones por partes de los pueblos germanos ubicados al norte y al este del Rhin , los que intentaban vivir dentro del imperio. Este proceso es el que se denomina como “ invasiones pacíficas” Producto de ellas, amplias regiones del imperio pasarán a ser ocupadas por pueblos germanos, especialmente en las fronteras.
A mediados del siglo V tales invasiones se aceleraron debido al aparecimiento de los Hunos, por el este, los que aterrorizaron a diversos pueblos, quienes, a su vez, aspiraron a buscar protección dentro del imperio. Así ingresaron en él y se establecieron en diversos lugares, pasando por encima de las débiles e impotentes autoridades romanas. Uno de dichos pueblos, los ostrogodos, se instaló en Italia. Ante la negativa del emperador Rómulo Augusto de concederles ciertas tierras, Odoacro, rey de los Ostrogodos, decidió deponer al emperador (476). De tal manera, el imperio romano de Occidente llegó formalmente a su fin.
En tanto, el imperio de oriente, con capital Constantinopla, mantendrá su existencia por casi mil años más.

LA HERENCIA CULTURAL ROMANA:

Roma tuvo una gran relevancia cultural. Por su enorme extensión, el imperio estuvo en condiciones de uniformar culturalmente a amplias regiones. A través suyo, por lo demás, pasó la cultura griega, en su versión helenística, a Occidente. A ello hay que agregar la difusión del cristianismo, proceso que en lo que se refiere a Europa será continuado y consolidado durante la primera parte de la Edad media.

De tal manera, la existencia del imperio romana implicó la creación de algunos de los componentes fundamentales de la civilización occidental que se constituirá de lleno en el medioevo.
En lo particular, dentro de la cultura romana es posible destacar algunas manifestaciones que trascendieron, constituyendo herencias permanentes de la humanidad, especialmente de Occidente. Entre ellas podemos destacar las siguientes:
a) Derecho romano, se denomina Derecho romano al sistema legal desarrollado en Roma desde la primera compilación de leyes, conocida como la Ley de las XII tablas, en el año 450 a.C., hasta la muerte de Justiniano I, soberano del Imperio bizantino, en el año 565 d.C. De forma concreta, se utiliza para designar la compilación de la ley conocida como Corpus Iuris Civilis, también llamado Código de Justiniano, realizado bajo los auspicios del mismo y que fue la base del Derecho civil de muchas naciones europeas continentales.
Antes de las XII Tablas, el Derecho en Roma tenía un carácter religioso y su interpretación la realizaban sacerdotes que eran miembros de la clase patricia. Las protestas y agitaciones de la clase plebeya condujeron a que la ley consuetudinaria existente se escribiera añadiendo algunos principios que no formaban parte de la costumbre. La Ley de las XII Tablas, tras ser escrita, fue sometida a una asamblea popular y aceptada. Este Código contiene reglas simples, ajustadas a una comunidad agrícola, establece la igualdad ante la ley de los patricios y los plebeyos y fue erigido en la fuente de todo el Derecho público y privado romano. El sistema legal instaurado por este Código y el conjunto de reglas que se desarrollaron a su alrededor era aplicado en exclusiva a los ciudadanos romanos y se conocía como el ius civile.
La expansión territorial por la cuenca mediterránea obligó a los romanos a elaborar un sistema legal nuevo. Cada territorio conquistado contaba con su propio sistema, por lo que se requería un cuerpo de leyes que fuese aplicable tanto a los ciudadanos romanos como al resto. Más o menos entre el 367 a.C. y el 137 d.C. este nuevo sistema se desarrolló a partir de los edictos del praetor, o magistrado, que definía e interpretaba la ley para los casos particulares. El praetor de los extranjeros administraba justicia en Roma, en todas las controversias donde alguna de las partes no era un ciudadano romano, y el praetor provincial establecía sus edictos en materias de interés comercial tras los edictos del praetor de los extranjeros de Roma. Durante los últimos años de la república las reglas de este nuevo sistema solían aplicarse a los conflictos entre ciudadanos romanos. Este nuevo sistema legal se conocía como el ius gentium. La ampliación de la ciudadanía romana a todos los habitantes libres del Imperio romano hizo que la distinción entre ius civile y ius gentium quedara obsoleta y la ley de la ciudad, o ius civile de Roma, se convirtiera en la ley de todo el imperio. Las diversidades provinciales fueron eliminadas por la legislación del senado y del emperador y por la interpretación de los jurisconsultos. El hito más importante en el desarrollo del sistema romano en este periodo es el derecho, concedido por el primer emperador romano Augusto y sus sucesores a algunos eminentes juristas, de elaborar responsa, u opiniones, en los casos que se presentaban en un proceso ante los tribunales. Entre los más famosos juristas romanos de esta época estaban Gayo, Papiniano, Julio Paulo y Ulpiano. Los tres últimos citados desempeñaron el cargo de praefectus praetoria, similar a un ministro de justicia del Imperio romano.
B) la lengua. El latín fue el idioma madre del cual se derivaron otra serie de lenguas modernas, tales como el español, el francés, el italiano, el portugués y el rumano, llamadas lenguas romances.
C) la Arquitectura, La arquitectura romana se caracterizó por su monumentación, solidez y sentido cívico. Muestra, por lo demás, considerable influencia griega, expresada sobre todo por las columnas y en el uso de los techos de doble inclinación. Pero los romanos hicieron uso de otro recursos, tales como la bóveda y el arco del medio punto, que tanto influirá en la arquitectura medieval. Las principales manifestaciones de la arquitectura romana fueron los templos, los teatros y los circos, donde se verificaba una serie de competencias.
D) Ciencia y Técnica. Los romanos no fueron un pueblo que desarrollara una cultura especulativa y abstracta, como los griegos, por ejemplo. Por el contrario, fueron más inclinados por los conocimientos aplicados, lo que dio lugar a la construcción de grandes obras públicas, algunas de las cuales persisten hasta hoy en día. Tales son los casos de ciertos acueductos, represas y otras similares.